PUCK.—Ahora ruge el león hambriento y aúlla el lobo a la luna, mientras ronca el cansado labrador abrumado por su ruda tarea. Ahora arden los tizones abandonados, mientras el búho, con agudo chillido, hace que el infeliz hundido en la congoja se acuerde del sudario. Ésta es la hora de la noche en que las tumbas se abren del todo para dejar salir a los espectros que se deslizan por los senderos del cementerio y de la iglesia; y nosotros, duendes y hadas, huimos de las presencia del sol, siguiendo las sombras como un sueño. ¡Qué alegría la nuestra en este instante! No habrá ni un ratón que perturbe este hogar. Enviáronme, escoba en mano, a barrer el polvo detrás de la puerta. (Entran Oberón, TItania y séquito.)
OBERÓN. —Brillen alegres luces junto a la lumbre medio apagada. Y cada duende y hada salte tan ligero como el ave sobre los espinos. Y siguiéndome, bailen y canten alegremente.
TITANIA.—Repetid primero esta canción acompañando cada palabra con melodioso trino. Y con gracia propia de hadas, mano a mano, cantemos y bendigamos este lugar.
TODOS.—(Canta y bailan)OBERÓN.—Ahora hasta rayar el día
habiten aquí las hadas,
y de las tres desposadas
bendigamos la mejor.
La prole que nazca de ella
será siempre venturosa;
cada pareja amorosa
siempre fiel será a su amor.
Ni mostrará tacha alguna
su descendencia lejana,
de todas las que importuna
la naturaleza da.
Con las gotas del rocío
consagremos esta casa,
donde a sus dueños escasa
nunca la dicha será.
Cantad y bailad ahora
hasta que raye la aurora. (Salen.)
William Shakespeare, El sueño de una noche de verano, Madrid, Editorial EDAF, Colección Biblioteca EDAF, 1997, pág. 113-114.
Seleccionado por Paula Ginarte Pérez. Primero de Bachillerato, Curso 2015-2016.
Seleccionado por Paula Ginarte Pérez. Primero de Bachillerato, Curso 2015-2016.
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