viernes, 11 de marzo de 2016

Don Juan, Lord Byron


La buena doña Inés, madre del mancebo que se vio precisado a recorrer media Sevilla poco menos que desnudo, a fin de distraer los comentarios de un acontecimiento que vino a resultar el más escandaloso en muchos siglos, tras hacer arder por su cuenta muchos quilos de cirios en la capilla de los santos de su devoción, se decidió a enviar a su hijo a Cádiz, para que allí embarcase, siguiendo el consejo dedignísimas señoras de edad, amigas suyas. Deseaban todas ellas que don Juan viajase por tierra y por mar, a través de Europa, a fin de que se olvidase el horroroso incidente, y para que él se corrigiese de sus defectos, haciendo progresos en la práctica de la virtud y fortificándose en los principios de la buena moral, en las escuelas de Francia y de Italia. A lo menos allí es donde suelen ir a estudiar las más sabias disciplinas la mayor parte de los jóvenes descarriados.

En cuanto a doña Julia, tan linda dama fue encerrada en un convento sombrío. Entró en él, como es natural, con mucha pena, y la carta siguiente servirá para que el lector conozca mejor, que a través de mis palabras, sus sentimientos más secretos. La dirigió a don Juan:
"Me han dicho que partís, y no puedo negar que haciéndolo así obráis prudentemente. Ello no deja de ser penoso para mí, sin embargo. En adelante, no ostento ningún derecho sobre vuestro corazón, y el mío es solamente la víctima. He amado demasiado. He aquí el único artificio de que he hecho uso. Os escribo toda prisa. Si alguna mancha ensucia este papel, no es, don Juan; lo que parece. Mis ojos están llenos de fuego y no brota de ellos lágrima alguna."

Lord Byron,  Don Juan,
 www.ataun.net/BIBLIOTECAGRATUITA/Clásicos%20en%20Español/Lord%20Juan.pdf

Seleccionado por Clara Fuentes Gómez, Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016.




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