viernes, 1 de abril de 2016

Los Novios, Alessandro Manzoni.


Capítulo XIV.
 —Te daré una razón, querido posadero mío, y lo entenderás. Si los bandos que hablan bien, en favor de los buenos  cristianos, no cuentan; tanto menos deben contar los que hablan mal. De modo que quita de ahí todos esos enredos, y trae en cambio otro frasco; porque éste está rajado —diciendo esto, lo golpeó ligeramente con los nudillos, y agregó—: Escucha, escucha, posadero, cómo suena a hueco. 
 También esta vez, Renzo, poco a poco, había atraído la atención de los que estaban a su alrededor: y también esta vez fue aplaudido por el auditorio. 
 —¿Qué debo hacer? —dijo el posadero, mirando a aquel desconocido, que no era tal para él. 
 —Vamos, vamos —gritaron muchos de los parroquianos—: tiene razón, ese joven: todo eso son vejaciones, trampas, estorbos: ley nueva hoy, ley nueva. 
 En medio de estos gritos, el desconocido, lanzando al posadero una ojeada de reproche, por aquel interrogatorio demasiado descubierto: 
 —Dejad que haga lo que le parece: no hagáis escenas. 
 —He cumplido con mi deber —dijo  el posadero en voz alta; y después para sí: 
 —Ahora estoy entre la espada y la pared. —Y cogió papel, pluma y tintero, el bando y el frasco vacío, para entregárselo al mozo. 
 —Trae del mismo —dijo Renzo—: que  lo encuentro bueno; y volvió a sentarse bajo la campana de la chimenea. «¡Pedazo de liebre!», pensaba, haciendo de nuevo arabescos en la ceniza: «¡En buenas manos has ido a caer!, ¡So asno! Si quieres ahogarte, ahógate; pero el posadero de la Luna llena no pagará los platos rotos por tus locuras.» 
 Renzo dio las gracias a su guía, y a todos los otros que se habían puesto de su parte. 
 —¡Bien por los amigos! —dijo—. Ahora veo que los hombres de bien se echan una mano, y se apoyan—. Luego, extendiendo la diestra en el aire por encima de la mesa, y adoptando otra vez la actitud de orador —¡Gran cosa —exclamó— que todos los que gobiernan el mundo, quieran meter en todo papel, pluma y tintero! ¡Siempre con la pluma en el aire! ¡Qué manía tienen esos señores de manejar la pluma! 
 —¡Eh, buen labriego! ¿Queréis saber por qué?  —dijo riendo uno de aquellos jugadores, que iba ganando. 
 —Oigámoslo —respondió Renzo.
Alessandro Manzoni, Los Novios,https://ysseg14.files.wordpress.com/2011/06/los-novios-alessandro-manzoni1.pdf,texto seleccionado por  Daniel Carrasco Carril, Segundo de Bachillerato, curso 2015-2016.

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