lunes, 16 de mayo de 2016

El libro de las tierras vírgenes, Rudyard Kipling

LA LEY DE LA SELVA

(Sólo con el fin de dar idea de la inmensa variedad de la ley de la Selva he traducido en verso -porque Baloo recitaba esto siempre como una especie de cantinela- algunos de los preceptos relativos a los lobos. Por supuesto que existen aún no pocos centenares parecidos; pero bastarán éstos como muestra de los más sencillos.)


     He aquí la ley que en nuestra Selva rige,
y que es antigua como el mismo cielo.
Prosperarán los lobos que la cumplan,
mas aquel que la infrinja será muerto.

     Cual planta trepadora envuelve al árbol,
así a todos la Ley nos tiene envueltos;
porque el lobo da fuerza a la manada,
mas la manada a él fuerte le ha hecho.

     Del hocico a la cola cada día
lávate, y bebe siempre sin exceso,
pero no escasamente; y no lo olvides:
de la noche a la caza, el día al sueño.

     Puede el chacal, en busca de despojos
que el tigre deje, irse tras él hambriento;
mas tú, lobato, cazador de raza,
mata, si puedes, por tu cuenta y riesgo.

     Con el tigre, y el oso, y la pantera,
que siempre de la Selva han sido dueños,
vive en paz, y al buen Hathi no molestes
ni al feroz jabalí vayas con juegos.

    Cuando en la Selva dos manadas chocan
y un mismo rastro siguen con empeño,
échate y deja que los jefes hablen,
que así, tal vez, se llegue a algún acuerdo.

     Cuando ataques a un lobo, no te batas
si no está solo y su manada lejos,
pues si ella se mezclare en vuestra lucha,
disminuirá, sin duda, con los muertos.

     Para el lobo el cubil es un refugio,
es su hogar, y no hay nadie con derecho
a entrar en él por fuerza, ni aun el Jefe
de la manada misma, ni el Consejo.

     Refugio es el cubil de cada lobo;
mas, si no supo, cual se debe, hacerlo,
a buscar otro se verá obligado
si tal orden recibe del Consejo.

     Cuando sin ser aún la medianoche,
algo logres matar, mata en silencio,
para que así los ciervos no despierten...
y tengan que ayunar tus compañeros.

     Para ti y tus cachorros matar puedes
o bien para tu hermano, justo es ello;
mas no mates por gusto, y nunca, nunca,
des caza al Hombre con ningún pretexto.

     Si su botín a otro más débil robas
no pretendas de todo hacerte dueño:
la manada protege al más humilde;
déjale, pues, cabeza y piel, al menos.

     Lo que matare la manada, piensa
que es su comida, y déjala en su puesto:
nadie puede llevársela a otro sitio,
y quien tal infringiere será muerto.

     Lo que el Lobo mató, cómalo el Lobo
y use de ello a su gusto: es su derecho;
mas, sin permiso suyo, la manada
no ha de poder tocarlo ni comerlo.

     Derecho del cachorro es el que tiene
el lobato de un año: cuando ha muerto
alguien de la manada alguna pieza,
puede hartarse el cachorro, si está hambriento.

     Derecho de camada es el que tiene
la madre, que exigir al compañero
de su edad misma (y nadie ha de negarlo)
puede una pierna de lo que haya muerto.

     Derecho de caverna es el del padre,
que es de cazar para los suyos dueño,
y libre se halla ya de la manada,
sin más juez de sus actos que el Consejo.

     Por su edad y su astucia, por la fuerza
de su acerada garra, el Lobo viejo,
el Jefe, es el que en casos no previstos
a cada cual le fija su derecho.

    He aquí de nuestra Ley los numerosos,
los sabios y muy útiles preceptos;
mas todo en uno solo se concreta:
¡obedece! La Ley no es más que esto.

Rudyard Kipling, El libro de las tierras vírgenes, Madrid, Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, 1993, pág. 86-88.
Seleccionado por Paula Ginarte Pérez, Primero de Bachillerato, curso 2015-2016.

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