Dirás que también tus estatuas y cuadros han servido de ornamento a la ciudad y al foro del pueblo romano. Lo recuerdo. Vi, al mismo tiempo que el pueblo romano, el foro y el comicio adornados con boato brillante para la ostentación, amargo y lúgubre para el sentimiento y la reflexión. Vi que todo resplandecía con tus robos, el botín de las provincias, las expoliaciones de aliados y amigos.
Sin duda en aquellos momentos, jueces, encontró ése la mayor esperanza de cometer también otros delitos, pues vio que los que pretendían ser llamados dueños de la administración judicial eran esclavos de la mismas ambiciones. Pero, en cambio, los aliados y las naciones extranjeras perdieron entonces por vez primera toda esperanza en su situación y fortuna, porque, a la sazón, hubo en Roma muchos embajadores de Asia y Acaya que veneraban en el foro imágenes de dioses arrancadas de sus templos y asimismo, cuando reconocían las demás representaciones y ornamentos, lloraban al ver cada una en un lugar. Oíamos entonces que las conversaciones de todos ellos coincidían en el sentido de que no había ningún motivo para que nadie pudiera dudar de la perdición de aliados y amigos, cuando en realidad veían que en el foro del pueblo romano, lugar en el que antes solían ser acusados y condenado quienes habían cometido injusticias contra los aliados, precisamente allí estaba expuesto a la vista de todos los que a los aliados se les había quitado y arrancado criminalmente.
Lisias, La pretura de Roma. Madrid, ed. Discursos I, col. Biblioteca Básica Gredos, pág 136-137.
Seleccionado por David Francisco Blanco. Primero de Bachillerato. Curso 2016-2017.
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