jueves, 27 de octubre de 2016

La Cartuja de Parma, Stendhal


   Nada fue bastante a despertarle, ni los tiros de fusil disparados muy cerca del cochecillo, ni el trote del caballo hostigado por la cantinera a latigazos. El regimiento, atacado de improviso por oleadas de caballería prusiana, después de haber creído en la victoria durante todo el día, se batía en retirada, o más bien, huía en dirección a Francia.
    El coronel, un mozo apuesto y atildado que acababa de reemplazar a Macon, fue herido de un sablazo; el jefe de batallón que le sustituyó en el mando, un anciano con el pelo blanco, mandó hacer alto al regimiento.
    -¡J...!-increpó a los soldados-, en tiempo de la república, no echábamos a correr hasta que no nos obligaba el enemigo... ¡Defended hasta la última pulgada de terreno y dejaos matar! - vociferó jurando-; ¡ahora es ya el suelo de la patria lo que quieren invadir esos prusianos!
    El cochecillo se paró; Fabricio se despertó de pronto El sol se había puesto hacía ya rato; Fabricio se quedó muy sorprendido al ver que era ya casi de noche. Los soldados corrían de un lado para otro en confusión que chocó mucho a nuestro héroe; le pareció que tenían un aire muy desanimado.
    -¿Qué es lo que pasa?-preguntó a la cantinera.


 Stendhal, La Cartuja de Parma, Madrid, Alianza editorial, S.A., ed. Primera edición en :1978, pag: 86, capítulo 4.
Seleccionado por Lara Esteban González, primero bachillerato, curso 2016-2017.

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