Llegó el emperador de su empresa en España y ya se encuentra en Aix, la capital de Francia.
Ha subido al palacio, ha llegado a la sala, y allí se acerca Alda, una bella doncella:
" ¿Dónde está Roldán -dice-, ese capitán vuestro, que ma había jurado tomarme por esposa? "
Carlos siente dolor y una gran pesadumbre, llorando está muy triste, tirando de su barba:
" Hermana, cara amiga, un muerto me demandas.Mas yo te daré a cambio otro que tanto valga: hablo de Ludovico, no encuentro otro mejor. Pues hijo mío es, y heredará mis marcas."
Pero Alda le responde: "No entiendo ese lenguaje. ¡No le permita Dios, ni sus santos ni ángeles, que después de yo permanezca viva! "
El color ha perdido, cae a los pies de Carlos.
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