Cándido habíase traído de Cádiz un ayuda de cámara , de los que son tan comunes en las casas de España y en las colonias. Era un cuarentón español, hijo de un mestizo de Tucumán, y había sido niño de coro, sacristán, marinero, monje, comisionista, soldado y lacayo. Se llamaba Cacambo y quería mucho a su amo porque éste era un buen hombre. Ensilló a toda prisa dos caballos andaluces.
-Vamos, mi amo, sigamos el consejo de la veja: partamos y corramos sin mirar atrás.
Cándido derramó lágrimas.
-¡Oh, mi amada Cunegunda! -exclamó-; tener que abandonaros cuando el gobernador iba a disponer nuestra boda... ¿Qué va a ser de ella, aquí, en donde no conoce a nadie?
-Que se arregle como pueda -dijo Camacho-;las mujeres siempre tienen algún recurso; Dios proveerá...; corramos.
-¿Adónde me llevas? ¿Adónde vamos? ¿Qué haremos sin Cunegunda? -preguntó Cándido.
-¡Por Santiago de Compostela! -juró Camacho-, veníais a hacerle la guerra a los jesuitas, pues pasémonos al enemigo. Yo conozco bien los caminos, os guiaré a su reino y se alegrarán mucho de poder contar entre ellos con un capitán que sabe hacer el ejercicio a la búlgara. Haréis una fortuna prodigiosa; además, cuando un mundo nos niega lo que buscamos, hay que tratar de encontrarlo en otro. Y hacer cosas nuevas es siempre muy agradable.
-¿Con que ya has estado en Paraguay? -preguntóle Cándido.
-¡Ya lo creo! -contestó Cacombo-; fui fámulo en el colegio de la Asunción y conozco el gobierno de los padres como las calles de Cádiz. El gobierno de estas gentes es algo admirable. El reino tiene más de trescientas leguas de diámetro y está dividido en treinta provincias. Los curas lo poseen todo; los pueblos, nada; ésta es la obra maestra de la razón y de la justicia. En mi opinión, no hay cosa más divina que los padres; aquí hacen la guerra a los reyes de España y Portugal y en Europa lo confiesan. Aquí matan a los españoles y en Madrid los envían al cielo. Esto es sunblime...; caminemos. Seréis el más dichoso entre los hombres. ¡Qué placer tendrán los padres cuando sepan que les ha llegado un capitán que sabe hacer el ejército a la búlgara!
Voltaire, Cándido, páginas 38 y 39. UNIDAD EDITORIAL, S.A. Madrid. Año 1999. Seleccionado por Javier Muñoz Castaño, segundo de Bachillerato, curso 2011-2012.
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