jueves, 29 de septiembre de 2011

Nadja, André Breton

Muchas veces he vuelto a ver a Nadja, su pensamiento se me ha hecho aún más inteligible, y su expresión ganó en agilidad, en originalidad, en profundidad. Es muy posible que al mismo tiempo el desastre irreparable que arrastraba consigo una parte de ella misma, la más humanamente precisa, ese desastre que advertí aquel día, me haya alejado paulatinamente de ella. Maravillado como yo continuaba estando por esta manera suya de conducirse sin más apoyos que la más pura intuición y que siempre resultaba prodigiosa, también me sentía cada vez más alarmado notando que, cuando la dejaba, volvía a ser presa del torbellino de aquella vida que continuaba en su exterior, y que se ensañaba con ella para conseguir, entre otras concesiones, que comiera o durmiera. Durante algún tiempo intenté procurarle los medios para ello, puesto que además ella tan sólo podía esperarlos de mí. Pero como algunos días parecía que vivía con mi sola presencia, sin hacer el menor caso de lo que le decía, ni tampoco darse cuenta en absoluto, cuando ella me contaba cosas intrascendentes o se callaba, de mi aburrimiento, dudo mucho de la influencia que he podido ejercer sobre ella para ayudarla a resolver normalmente esta clase de dificultades.
En vano multiplicaría yo ahora todos los ejemplos de hechos insólitos que, aparentemente, tan sólo podían concernirnos a nosotros, y que me predisponen en favor de cierta clase de finalismo que permitiría explicar la particularidad de cada acontecimiento del mismo modo que algunos han pretendido, irrisoriamente, explicar la particularidad de cada cosa, de hechos, insisto, de los que Nadja y yo hayamos sido testigos simultáneamente o de los que uno solo de los dos haya sido testigo. Solo quiero recordar, al hilo de los días, algunas frases pronunciadas ante mí o escritas de un tirón ante mis ojos por ella, frases en las que mejor vuelvo a encontrar el tono de su voz y cuya resonancia se mantiene tan fuerte en mi interior.



André Breton, Nadja, Madrid, ed. Catedra, año 1997, pág. 196
Seleccionado por Olga Domínguez Martín, curso 2011-2012. segundo de Bachillerato.

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