lunes, 24 de marzo de 2014

Los hermanos Karamázov, Fiódor Dostoievski

        La casa de Fiódor Pávlovich Karamázov no estaba situada, ni mucho menos, en el centro de la ciudad, pero tampoco se encontraba en los extremos. Era bastante vieja, aunque su aspecto exterior resultaba agradable: era una casa de una planta, con desván, pintada de gris, tachada con planchas de hierro pintadas de rojo. De todos modos, aún había casa para mucho tiempo y era espaciosa y confortable. Tenía muchas pequeñas piezas para guardar trastos, escondrijos diversos e inesperadas escaleritas. Había ratas, pero a Fiódor Pávlovich las ratas no le molestaban mucho: "Así no resultan tan aburridas las veladas, cuando uno se queda solo". En efecto, tenía la costumbre de mandar a los criados a que pasaran la noche en un pabellón aparte y él se encerraba solo en la casa. Dicho pabellón se levantaba en el patio, era vasto y sólido; en él mandó construir Fiódor Pávlovich la cocina, aunque también tenía una cocina en casa, pero el olor de los guisos le desagradaba, y tanto en invierno como en verano se hacía llevar la comida a través del patio. La casa había sido construida para una gran familia y habrían podido acomodarse en ella en número cinco veces mayor señores y criados. En la época de nuestro relato, en la casa no vivían más que Fiódor Pávlovich e Iván Fiódorovich, y el pabellón de la servidumbre lo ocupaban sólo tres criados: el viejo Grigori, la vieja Marfa, su mujer, y Smerdiákov, todavía joven. 



  Dostoievski Fiódor, Los hermanos Karamázov. ed. Planeta, col. Clásicos Universales Planeta, Barcelona, 1988, página 118.
     Seleccionado por Sara Paniagua Núñez, segundo de bachillerato, curso 2013/2014.

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