lunes, 24 de marzo de 2014

Moby Dick, Herman Melville

                                           CAPÍTULO XXII
                                         
                                          FELIZ NAVIDAD

      Al fin, hacia mediodía, después de despedir por último a los aparejadores del barco, y después que el Pequod fue halado del muelle, y después que la siempre preocupada Caridad nos alcanzó en una lancha ballenera con su último regalo -un gorro de dormir para Stubb, el segundo oficial, cuñado suyo, y una Biblia de repuesto para el mayordomo-, después de todo eso, los dos capitanes Peleg y Bildad salieron de la cabina, y Peleg, dirigiéndose al primer oficial, dijo:
       -Buebo, señor Starbuck, ¿está usted seguro de que todo está bien? El capitán Ahab está preparado: acabo de hablar con él. ¿No hay más que recibir de tierra, eh? Bueno, llame a todos a cubierta, entonces. Póngalos aquí para pasar revista, ¡ malditos sean !
       -No hay necesidad de palabras profanas, aunque haya mucha prisa, Peleg -dijo Bildad-, pero ve allá, amigo Starbuck, y cumple nuestro deseo.
      ¡Cómo era eso! Aquí, a punto mismo de partir para el viaje, el capitán Bildad andaban por la toldilla como unos señores, igual que si fueran a ser conjuntamente los capitanes de la travesía, como para todo lo demás lo eran en el puerto. Y, en cuanto al capitán Ahab, todavía no se veía ni señal de él; solamente decían que estaba en la cabina. Pero, entonces, había que pensar que su presencia no era en absoluto necesaria para que el barco levara el ancla y saliesen con facilidad al mar.


Herman Melvilles, Moby Dick, editorial Planeta, colección Clásicos Universales Planeta, páginas 132-133, seleccionado por Paula Sánchez Gómez, segundo de Bachillerato curso 2013-2014.

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