viernes, 30 de octubre de 2015

Fiesta, E. Hemigway


Capítulo IX
      El combate de boxeo entre Ledoux y Kid Francis fue la noche del veinte de junio. Fue un
buen combate. El día siguiente por la mañana, recibí una carta de Robert Cohn, escrita desde
Hendaya. Decía que estaba pasando una temporada muy tranquila: se bañaba, jugaba un poco
al golf y mucho al bridge. Hendaya era una playa estupenda, pero estaba ansioso de empezar
la excursión de pesca. ¿Cuándo iría yo? Si le compraba un sedal de dos hebras me lo pagaría
cuando llegara.
      Aquella misma mañana, desde la oficina, escribí a Cohn que Bill y yo nos marcharíamos
de París el 25, a no ser que le telegrafiara volviéndome atrás, y que nos encontraríamos en
Bayona; allí tomaríamos un autobús que cruzaba las montañas y que nos llevaría hasta
Pamplona. El mismo día por la tarde, hacia las siete, me detuve en el Select para ver a Michael
y a Brett. Como no estaban allí, me fui al Dingo, donde los encontré sentados a la barra.
      —Hola, querido —dijo Brett.
      —Hola, Jake —dijo Mike—. Ya me doy cuenta de que ayer por la noche estaba borracho.
      —¡Vaya si lo estabas! —dijo Brett—. ¡Qué asunto tan vergonzoso!
      —Oye, ¿cuándo te vas a España? —preguntó Mike—. ¿Te importaría que fuéramos
contigo?
      —Sería estupendo.
      —¿De veras no te importaría? Yo ya he estado en Pamplona, pero Brett tiene unas ganas
locas de ir. ¿Seguro que no seríamos un estorbo?
      —No digas estupideces.
      —Estoy un poco bebido, ¿sabes? No te lo preguntaría de esta forma si no lo estuviera.
¿Seguro que no te importa?
      —¡Oh, cállate, Michael! —dijo Brett—. ¿Cómo va el hombre a decir ahora que le molesta?
Pregúntaselo más adelante.
      —Pero a ti no te importa, ¿verdad?
      —No me lo preguntes otra vez si no quieres hacerme poner de mal humor. Bill y yo
marchamos el 25 por la mañana.
      —Por cierto, ¿dónde está Bill? —preguntó Brett.
      —Cena con una gente en Chantilly.
      —Es un buen chico.
      —Un chico espléndido —dijo Mike—. Vaya si lo es.
      —Tú no te acuerdas de él.
      —Sí que me acuerdo. Le recuerdo perfectamente. Oye, Jake, nosotros nos iremos el 25
por la noche. Brett no es capaz de levantarse por la mañana.
      —¡Por supuesto que no!
      —Si nuestro dinero llega, y si es seguro que a ti no te importa.
      —Sí que va a llegar. Yo me ocuparé de eso.
      —Dime qué equipo tengo que enviar a buscar.
      —Compra dos o tres cañas con carretes, sedales y algunas moscas.
      —Yo no voy a pescar —dijo Brett interviniendo.
      —Entonces compra dos cañas; así Bill no tendrá que comprar ninguna.
      —Bueno —dijo Mike—, enviaré un telegrama al administrador.
      —¿Verdad que será magnífico? —dijo Brett—. ¡España! ¡Qué bien lo vamos a pasar!
      —¿En qué cae el 25?
      —En sábado.
      —Tendremos que prepararnos ya.
      —Oye —dijo Mike—, voy a la barbería.
      —Yo tengo que bañarme —dijo Brett—. Ven conmigo hasta el hotel, Jake. Sé buen chico.
      —Tenemos el más adorable de los hoteles —dijo Mike—. Creo que es un burdel.
      —Cuando llegamos, dejamos las maletas aquí, en el Dingo, y en el hotel nos preguntaron
si queríamos una habitación sólo para la tarde. Parecieron tremendamente complacidos
cuando dijimos que íbamos a quedarnos durante toda la noche.


E. Hemingway, Fiesta, www.latertuliadelagranja.com/sites/default/files/Hemingway,%20Ernest%20-%20Fiesta_0.pdf, Pág. 44-45.

Seleccionado por Clara Fuentes Gómez. Segundo de bachillerato. Curso 2015-2016.

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