El hombre elegante se ha apeado de la limusina, fuma un cigarrillo inglés. Mira a la jovencita con sombrero de fieltro, de hombre, y zapatos dorados. Se dirige lentamente hacia ella. Resulta evidente: está intimidado. Al principio, no sonríe. Primero les ofrece un cigarrillo. Su mano tiembla. Existe la diferencia racial, no es blanco, debe superarla, por eso tiembla. Ella le dice que no fuma, no, gracias. No dice nada más, no le dice déjeme tranquila. Entonces tiene menos miedo. Entonces le dice que cree estar soñando. No responde. No vale la pena responder, ¿qué podría responder? Espera. Entonces él le pregunta: ¿pero de dónde viene usted? Dice que es la hija de la directora de la escuela femenina de Sadec. El reflexiona y después dice que ha oído hablar de esa señora, su madre, dela mala suerte que ha tenido con esa concesión que compró en Camboya, ¿no es así? Sí, lo es.
Repite que es realmente extraordinario verla en ese transbordador. Por la mañana, tan pronto, una chica tan hermosa como ella, usted no se da cuenta, resulta inesperado, una chica blanca en un autocar indígena.
Le dice que el sombrero le sienta bien, incluso muy bien, que resulta...sí, original...un sombrero de hombre, ¿por qué no?, es tan bonita, puede permitírselo todo.
Ella le mira. Se pregunta quién es. El hombre le dice que regresa de París donde ha cursado sus estudios, que también vive en Sadec, en el río exactamente, la gran casa con las grandes terrazas de balaustradas de cerámica azul. Le pregunta qué es. Le dice que es un chino, que su familia procede del norte de china, de Fun-Chuen. ¿Me permite que lalleve a su casa, en Saigón? Está de acuerdo.El hombre dice al chófer que recoja del autocar el equipaje de la chica y que lo meta en el coche negro.
Marguerite Duras, El amante, Texto seleccionado por Edith González Ramos, Primero de bachillerato, curso 2015-2016.
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