lunes, 23 de noviembre de 2015

Nuestra señora de París, Victor Hugo

                    Capítulo VII
        
          La ilustre taberna de la Pomme d´Eve se hallaba en el barrio de la Universidad, en el cruce de la calle Rondelle con la de Bâtonnier. Era una sala bastante amplia, situada en la planta baja. Su techo de poca altura se apoyaba en un sólido pilar pintado de amarillo. Había mesas por todas partes; jarros de estaño relucientes, colgados de las paredes; mucha clientela, chicas en abundancia, una cristalera que daba a la calle y una parra a la puerta.. Sobre la puerta se veía una placa metálica de colores brillantes que tenía pintadas una manzana y una mujer. La placa estaba ya oxidada por la lluvia y giraba al viento sobre un eje de hierro. Esta especie de veleta, inclinada hacia el suelo, era el distintivo de la taberna.
         Empezaba a anochecer y el cruce en donde se encontraba la taberna estaba ya oscuro y ésta, llena de luces, se destacaba de lejos como una fragua en la oscuridad. A través de los cristales rotos de la entrada se oía el ruido del entrechocar de los vasos, el bullicio, los juramentos, las discusiones... A través del humo y la neblina que el ambiente de la sala empujaba hacia la cristalera de la entrada, se distinguían cien figuras borrosas y de vez en cuando se destacaba de entre ellas alguna carcajada estridente. 

        Victor Hugo, Nuestra señora de París, Madrid, Catedra, ed. 27, Letras Universales, página 310.
        Seleccionado por Delia Marinela Bulau, Primero de Bachillerato, Curso 2015-2016.

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