lunes, 7 de marzo de 2016

El sueño de una noche de verano, William Shakespeare

                                                 ACTO PRIMERO
                                                  Escena primera


    Teseo.- No está lejos, hermosa Hipólita, la hora de nuestras nupcias, y dentro de cuatro felices días principiará la luna nueva: pero, ¡ah!, ¡con cuánta lentitud se desvanece la anterior! Provoca mi impaciencia como una suegra o una tía que no acaba de morirse nunca y va consumiendo las rentas del heredero.
    Hipólita.- Pronto declinarán cuatro días en cuatro noches, y cuatro noches harán pasar rápidamente en sueños el tiempo; y entonces la luna, que parece en el cielo un arco encorvado, verá la noche de nuestras solemnidades.
    Teseo.- Ve, Filóstrato, a poner en movimiento la juventud ateniense y prepararla a las diversiones: despierta el espíritu vivaz y oportuno de la alegría, y quede la tristeza relegada a los funerales. Esa pálida compañera no conviene a nuestras fiestas. (Sale Filóstrato.) Hipólita, gané tu corazón con mi espada,causándote sufrimientos; pero me desposaré contigo de otra manera: en la pompa, el triunfo y los placeres. (Entran Egeo, Hermia, Lisandro y Demetrio.)
    Egeo.- Felicidades a nuestro afamado duque Teseo.
    Teseo.- Gracias, buen Egeo. ¿Qué nuevas traes?
    Egeo.- Lleno de pesadumbre vengo a quejarme contra mi hija Hermia. Avanzad, Demetrio. Noble señor, este hombre había consentido en casarse con ella... Avanzad, Lisandro. Pero éste, bondadoso duque, ha seducido el corazón de mi hija. Tú Lisandro, tú le has dado rimas y cambiado con ella presentes amorosos: has cantado a su ventana las noches de la luna con engañosa voz versos de fingido afecto, y has fascinado las impresiones de su imaginación con brazaletes de tus cabellos, anillos, adoranos, fruslerías, ramilletes, dulces y bagatelas, mensajeros que las más veces prevalecen sobre la inexperta juventud; has extraviado astutamente el corazón de mi hija y convertido la obediencia que me debe en ruda obstinación. Así, mi benévolo duque, si aquí en presencia de vuestra alteza consiente en casarse con Demetrio, reclamo el antiguo privilegio de Atenas: siendo mía, puedo disponer de ella, y la destino a ser esposa de este caballero o a morir según la ley establecida para este caso.
    Teseo.- ¿Qué decís, Hermia? Tomad consejo, hermosa doncella. Vuestro padre debe ser a vuestros ojos como un dios. Él es autor de vuestras bellezas, sois como una forma de cera modelada por él, y tiene el poder de conservar o de borrar la figura. Demetrio es un digno caballero.
    Hermia.- También lo es Lisandro.
    Teseo.- Lo es en sí mismo; pero faltándole en esta coyuntura el apoyo a vuestro padre, hay que considerar como más digno el otro.



William Shakespeare, El sueño de una noche de verano, Madrid, Edaf, ed. 222, 1997
Seleccionado por Delia Marinela Bulau, Primero de Bachillerato, curso 2015-2016

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