jueves, 25 de mayo de 2017

Obras y fragmentos, Hesíodo.

     En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura en todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. ( En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro.) Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.
     Del Caos surgieron Érebo y la negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo.
    Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago con agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.
    Luego, acostada con Urano, alumbró al Océano de profundas corrientes a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemósine, a Febe de áurea corona y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre.
    Dio a luz además a los Cíclopes del soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violenyto Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, (pero en medio de su frente había un solo ojo). Cíclopes era su nombre por eponimia, ya que, efectivamente, un solo vigor, la fuerza y los recursos presidían sus actos.
    También Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes  salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenra cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.









Obras y fragmentos, Hesíodo. Madrid, Biblioteca básica Gredos, Edicion 2000. Página 16-17.
Seleccionado por: Marta Talaván González, Primero de Bachillerato. Curso 2016/2017.

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