jueves, 25 de mayo de 2017

Vidas paralelas II, Plutarco

       Como es normal en un asedio que por su larga duración ofrece muchas ocasiones de contacto y de comunicación con los enemigos, se había establecido un trato amistoso y franco de un romano con uno de los enemigos. Era persona versada en antiguos oráculos y parecía saber de adivinación bastante más que los demás.
       pues bien, el romano advirtió que éste, cuando se enteró del crecimiento del lago, se puso demasiado contento y se reía del asedio. Entonces le dijo que no eran éstos solo los prodigios que había traído aquel tiempo, sino que otros todavía más extraños que éstos les había ocurrido a los romanos y que deseaba hablar con él sobre ellos, por si podía ponerse remedio a sus asuntos privados en medio de las desgracias comunes.
       Aquél aceptó con gran interés y se ofreció a una conversación, pensando que se enteraría de ciertos secretos. Entonces poco a poco, mientras hablaba con él, lo iba apartando y, como quiera que ya se habían alejado bastantes de las puertas, lo cogió en volandas, pues era más fuerte, y después de reducirlo y someterlo con la ayuda de más compañeros que vinieron corriendo del campamento, lo entregó a los generales. El hombre, al encontrarse en tal situación de necesidad, como naturalmente sabía que el destino es irremediable, reveló secretos oráculos sobre su propia patria: no podría ser conquistada hasta que, desbordado el lago Albano, discurriendo por caminos distintos, los enemigos lo obligaran a retroceder y lo dirigieran en sentido contrario, impidiendo que se mezclara con el mar.
       Al senado, informado de esto y perplejo, le pareció que era oportuno despachar emisarios a Delfos y consultar al dios. Los enviados, hombres de prestigio e importantes, como Licinio, Valerio potito y Fabio Ambusto, hicieron la travesía y cuando tuvieron la respuesta del dios, volvieron con otros oráculos además que les mostraban la negligencia de ciertos ritos en las llamadas Fiestas Latina y les ordenaban cortar al agua del lago Albano el paso al mar lo más posible y empujarla hacia arriba en dirección a su antiguo cauce antiguo o, o si eran incapaces, desviarlas con zanjas y barreras hacia la llanura y dejar que se perdiera. Así se comunicó y los sacerdotes atendieron lo referente a las fiestas mientras el pueblo fue a ocuparse de las obras y desvió el agua.



       Plutarco, Vidas Paralelas II. Madrid, Editorial Gredos S.A., 2001, páginas 246, 247 y 248.
       Seleccionado por Gustavo Velasco Yavita. Primero de bachillerato, curso 2016-2017

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