viernes, 1 de febrero de 2013

Eugenia Grandet, Honoré de Balzac

     En cualquier situación, la mujer tiene más motivos de dolor que el hombre y sufre más que él. El hombree posee su fuerza y el ejercicio de su potencia : actúa, va, viene, se ocupa, piensa, abraza el porvenir y en ello encuentra consuelo. Así hacía Charles. Pero la mujer permanece; queda frente a frente con su pena, de la que nada la distrae, desciende hasta el fondo del abismo que ha abierto, lo mide, y muy a menudo lo colma con sus votos y sus lágrimas. Así hacía Eugénie. Se iniciaba a su destino. Sentir, amar, sufrir, sacrificarse, será siempre la historia de la vida de las  mujeres. Eugénie debía ser toda la mujer, menos en aquello que la consuela. Su felicidad, amasada como los clavos sembrados en el muro, según la sublime expresión de Bossuet, no iba a llenarle un sólo día el hueco de la mano. Las penas no se hacen esperar nunca, y para ella llegaron bien pronto.
     El día siguiente a la marcha de Charles, el hogar de los Grandet volvió a adquirir su fisonomía de siempre, para todos menos para Eugénie, a quien de repente se le antojó muy vacío. A escondidas de su padre, quiso que la habitación de Charles siguiera en el mismo estado en que él la había dejado. La señora Grandet y Nanon fueron voluntarias cómplices de ese statu quo.


Honoré de Balzac, Eugenia Grandet, editorial Planeta, pág 142,seleccionado por Beatriz Iglesias, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013

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