Verás mi patrio amor, nunca impulsado
por codicia, pues puro, ennoblecido,
mi solo premio es verme consagrado
como cantor de mi paterno nido.
Oye y verás el nombre sublimado
de aquellos que por rey os han tenido,
y encontrarás, señor, más excelente
que en el mundo mandar, regir tal gente.
En mi canto a las glorias lusitanas
no encontrarás hazañas mentirosas,
fantásticas, fingidas y tan vanas
cual de las antiguas Musas engañosas.
Verdades cantaré tan soberanas
que exceden a las otras fabulosas
del brevo Rodamonte y Ruggiero
y de Orlando, aunque fuese verdadero.
En cambio encontrarás a Nuno fiero
que hizo al reino y al rey tan gran servicio;
don Egas y don Fúas, que de Homero
por cantarlos la cítara codicio;
y por los Doce Pares darte quiero
los Doce de Inglaterra y su Magricio;
y doy también a aquel ilutre Gama
que es un segundo Eneas por su fama.
Si en nosotros buscáis algo que alcanza
de Carlomagno o César la memoria,
ved al primer Alfonso, cuya lanza
hace oscura cualquier extraña gloria;
mira al que dio a su reino confianza
con una inmensa y próspera victoria
o al otro Juan, invicto caballero,
o al cuarto y quino Alfonsos o al tercero.
No dejarán mis versos olvidados
los que en reinos vecinos de la aurora
alcanzaron con sus hechos renombrados
vuestra bandera siempre vencedora:
valeroso Pacheco y los osados
Almeidas, cuya muerte el Tajo llora,
Albuquerque terrible, Castro fuerte,
y otros que no logró borrar la muerte.
Luis Vaz de Camoes, Los Lusiadas, Canto I, Editorial Planeta,
Móstoles(Madrid), 2000, página 5. Seleccionado por Adrián Hernández García, segundo de bachillerato, curso 2013-2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario