La Fermata
El alegre y vigoroso cuadro de Hummel, la reunión en una locanda italiana, se hizo famoso en la Exposición de Berlín en el otoño de 1814, en la que figuró para alegría de la vista y el espíritu de muchos. Un cenador con vegetación espesa, una mesa llena de vino y fruta, en ella dos mujeres italianas sentadas frente a frente; una de ellas canta, la otra toca la chitarra; por detrás, entre ellas, un abate, que hace de director musical. Con la batuta levantada espera el momento que la signora termine la cadencia con un largo trino que está ejecutando con la vista dirigida al cielo. Luego baja de golpe y la guitarrista ataca audazmente el acorde dominante. El abate está lleno de admiración, lleno de un placer espiritual y al mismo tiempo angustiosamente tenso. Por nada del mundo dejaría de marcar el compás correcto. Apenas se atreve a respirar. Desearía atar la boca y las alas a todas las abejas y a todos los mosquitos para que no hicieran ruido. Y mucho más funesto le parece el ocupado hostelero que le trae justo ahora, enel momento más importante, el vino que le había pedido. Se ve una terraza por la que irrumpen brillantes haces de luz. Allí está parado un jinete, al que le sirven de la terraza y a caballo una bebida fresca.
Ante este cuadro estaban los dos amigos, Eduard y Theodor.
-Cuanto más -dijo Eduard- miro a esta cantante algo envejecida pero verdaderamente vuirtuosa y encantadora con sus vestidos coloreados, cuanto más me recreo en el perfil serio, autenticámente romano de la bella figura de la guitarrista, cuanto más me divierte el excelente abate, cuanto más libre y fuertemente penetra el conjunto en la vida real. En realidad está caracturizado en sentido amplio, pero lleno de serenidad y de gracia. Quisiera subir al cenador y abrir una de las botellas más preciadas que me sonríen desde la mesa. Verdaderamente me parece ya que siento algo del dulce aroma del noble vino. No, este estímulo no puede proceder de este ambiente frío y prosaico que nos rodea. Hagamos honor al magnífico cuadro, al arte, a la bella Italia, donde brota el placer de vivir y vaciemos una botella de vino italiano.
Mientras Eduard decía esto con frases entrecortadas, Theodor había permanecido callado y profundamente ensimismado.
- ¡Sí, hagamos eso! -dijo, como si despertara de un sueño.
Cuentos de música y músicos, E.T.A. Hoffman. La Fermata, pags 113 y 114. Editorial: Akal literaturas, Madrid, 2003. Seleccionado por: Natalia Sánchez Martín. Curso: Segundo de bachillerato, 2013-2014.
Ante este cuadro estaban los dos amigos, Eduard y Theodor.
-Cuanto más -dijo Eduard- miro a esta cantante algo envejecida pero verdaderamente vuirtuosa y encantadora con sus vestidos coloreados, cuanto más me recreo en el perfil serio, autenticámente romano de la bella figura de la guitarrista, cuanto más me divierte el excelente abate, cuanto más libre y fuertemente penetra el conjunto en la vida real. En realidad está caracturizado en sentido amplio, pero lleno de serenidad y de gracia. Quisiera subir al cenador y abrir una de las botellas más preciadas que me sonríen desde la mesa. Verdaderamente me parece ya que siento algo del dulce aroma del noble vino. No, este estímulo no puede proceder de este ambiente frío y prosaico que nos rodea. Hagamos honor al magnífico cuadro, al arte, a la bella Italia, donde brota el placer de vivir y vaciemos una botella de vino italiano.
Mientras Eduard decía esto con frases entrecortadas, Theodor había permanecido callado y profundamente ensimismado.
- ¡Sí, hagamos eso! -dijo, como si despertara de un sueño.
Cuentos de música y músicos, E.T.A. Hoffman. La Fermata, pags 113 y 114. Editorial: Akal literaturas, Madrid, 2003. Seleccionado por: Natalia Sánchez Martín. Curso: Segundo de bachillerato, 2013-2014.
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