Por aquel tiempo, una mañana que Luisa
iba al Paraíso, de pronto vio salir de un portal, un poco más allá
de la plaza Santa Bárbara, la presurosa figura de Ernestito.
-¿Cómo por aquí, prima Luisa?
-exclamó él muy sorprendido-. ¿Qué haces por estos barrios? ¡Vaya
milagro!
Estaba sofocado, llevaba
desabrochada la levita de alpaca y echaba hacia atrás, y agitaba con
visible excitación un grueso rollo de papeles.
Luisa se quedó sin saber qué
hacer ni qué decir, pero al instante le dijo que había ido a hacer
una visita a una amiga... Él no la conocía, había llegado de
Oporto...
-Bueno... Bien, bien... ¿Y qué
tal lo pasas? ¿Cuándo vuelve Jorge?
Luego se disculpó por no haber
ido a verla, pero no le quedaba ni un solo minuto libre. Por la
mañana, a la Aduana; por la noche,a los ensayos...
-¿Marcha bien todo? ¿No es eso? -preguntó Luisa.
-Sí, todo marcha. -Y entusiasmado-: ¡Y muy bien! ¡Un verdadero primor! ¡Pero es mucho trabajo! ¡Mucho trabajo!
Salía de casa el actor Pinto, que hacía el papel de amante, de conde de Monte Redondo; venía de oírle decir las palabras finales del tercer acto: ¡Maldición! ¡La suerte funeste me persigue! ¡Pues bien! ¡Lucharé cara a cara contra la suerte! ¡A la lucha! ¡Aquellos era una maravilla! ¡También venía de decirle que acortase el monólogo del segundo acto! Al empresario le parecía largo...
-¿Es que el empresario sigue metiéndose con la obra?
-Sí, un poco. -Y con expresión radiante-: ¡Pero está entusiasmado! ¡Todos están entusiasmados! Ayer mismo me decía: <> ¡Es muy buen hombre! Y ahora me voy a casa de Bastos, el folletinista de La verdad. ¿No le conoces?
José Maria Eça de Queirós, El primo Basilio, editorial Planeta S.A., colección Hans Romberg, páginas 195 y 196. Seleccionado por Paula Sánchez Gómez, segundo de bachillerato, curos 2013-2014.
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