jueves, 27 de abril de 2017

Los sufrimientos del joven Werther, Johann W. Goethe

                                                     LIBRO PRIMERO
                                                                                                                                    4 de mayo de 1771
     ¡Qué contento estoy de haberme marchado! Amigo inmejorable, ¿qué es el corazón del hombre? Abandonarte a ti, quien quiero tanto, y de quien no me podía separar, ¡y estar contento! Ya sé que me perdonas. ¿Acaso mis demás relaciones no fueron elegidas por el destino para angustiar un corazón como el mío? ¡Pobre Leonor! Sin embargo, he sido inocente. ¿Podía remediar yo que, mientras los encantos voluntariosos de su hermana me preocupaban un agradable entretenimiento, se formase una pasión en ese pobre coraz´ñon? Pero, sin embargo, ¡soy completamente inocente? ¡No he estimulado sus sentimientos? ¿No me he divertido con las expresiones auténticas de su naturaleza, que tantas veces nos hacían reír, aunque no fueran nada risibles; no he sido yo...? ¡Ah, qué es el hombre para que se pueda acusar a sí mismo! Te aseguro, mi buen amigo, que quiero mejorarme, que no he de volver a rumiar ni el más pequeño de los males que nos depare el destino, como lo he hecho siempre; quiero disfrutar del presente, y lo pasado será pasado para mí. Ciertamente, tienes razón, mi inmejorable amigo: los dolores serían menores entre si éstos -Dios sabe por qué están hechos así- no se ocuparan con tanto ahínco de imaginación en evocar los recuerdos de los males pasados en vez de soportar un presente tolerable.
     Ten la bondad de decir a mi madre que me estoy ocupando lo mejor que puedo de su asunto y le daré en seguida noticias sobre él. He hablado con mi tía, y no la he encontrado ni con mucho como esa perversa mujer de que se habla entre nosotros. Es una mujer vivaz y vehemente, con el mejor de los corazones. Le expliqué el disgusto de mi madre por la parte de la herencia que le han retenido. me dijo sus razones y causas, y las circunstancias bajo las cuales estaría dispuesta a dejarlo todo, y aún más de lo que pedíamos. En resumen: ahora no puedo escribir nada sobre esto: di a mi madre que todo irá bien: y, mi excelente amigo, en este pequeño asunto he vuelto a comprobar que los malentendidos y la pereza quizá causan más extravíos en este mundo que la astucia y la perversidad. Al menos, estas dos últimas cosas ciertamente que son más raras.
     Por lo demás, me encuentro muy bien: la soledad es un bálsamo precioso para mi corazón en este lugar paradisíaco, y la estación de la juventud calienta con toda riqueza este corazón que se estremece tan a menudo. Cada árbol, cada matorral es un ramillete de flores, y uno querría volverse abejorro para revolotear por este mar de aromas, encontrando en él todo su alimento.
     La propia ciudad es desagradable, pero en torno de ella hay una inefable hermosura de la Naturaleza. Esto movió al difunto Conde de M... a situar a su jardín en una de las colinas que se enlazan con la más bella variedad, formando los más amenos valles. El jardín es sencillo, y se siente al entrar que no trazó su plano un sabio jardinero, sino un corazón sensible que quería aquí disfrutar de sí mismo. Ya he vertido muchas lágrimas por el difunto en el arruinado cenador, que era su lugar predilecto y lo es también para mí. Pronto seré dueño de este jardín: al jardinero le conozco sólo hace unos días, pero no se encontrará mal conmigo.


     Johann Wolfgang Goethe, Los sufrimientos del joven Werther, Barcelona, RBA Editores, 1994, Historia de la Literatura, páginas 5-6.
     Seleccionado por Rodrigo Perdigón Sánchez, primero de bachillerato. Curso 2016-2017.

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