jueves, 27 de abril de 2017

Dafnis y Cloe, Longo


LIBRO PRIMERO

       Mitilene es una ciudad de Lesbos, grande y bella, pues está dividida por canales, circulando en su interior el mar, y la engalanan puentes de pulida y blanca piedra. Cabría pensar que se ve no una ciudad, sino una isla.
       A unos doscientos  estadios de esta ciudad de Mitilene había una finca de un hombre adinerado, la más bonita propiedad: montes criaderos de caza, llanadas de trigales, colinas de viñedos, pastos para el ganado. Y a lo largo de una playa dilatada, de muelle arena, batía el mar.
       Cuando en esta finca apacentaba el rebaño un cabrero, por nombre Lamón, encontró un niño al que una de las cabras daba de mamar. Había un encinar y maleza corriendo de continuo iba a desaparecer una y otra vez y, dejando a su chivo abandonado, se demoraba junto a la criatura.
       Atento está Lamón a estas idas y venidas, compadecido del chivo descuidado. Y en el apogeo del mediodía, yendo en pos del rastro, ve a la cabra que cautelosamente lo tiene con sus patas rodeado, para, al pisar, no ocasionarle con las pezuñas ningún daño, y al niño que, como del seno mismo de su madre, el hilo de leche succionaba. Con el asombro que era natural, se les acerca y descubre a un varoncito, robusto y lindo, entre pañales mejores que la suerte de un niño abandonado. Pues había una mantilla de púrpura, un broche de oro y una espadita con empuñadura de marfil.
       A lo primero se le ocurrió, llevándose tan solo las prendas de identificación, no atender a la criatura. Luego, avergonzado de no imitar en humanidad ni aun a una cabra, y esperando la llegada de la noche, lleva todo, las prendas y el niño y hasta la propia cabra, ante Mírtale, su mujer. Y a ella, estupefacta ante la idea de que las cabras paran niños, todo se lo explica: cómo lo encontrara abandonado, cómo lo viera alimentarse, cómo se avergonzó de dejarlo para que muriese allí, Siendo ella de igual parecer, esconden los objetos que acompañaban al expósito, aceptan la criatura como suya y confían a la cabra su crianza. Y a fin de que también el nombre del niño pareciese el de un pastor, acordaron ponerle Dafnis.


      Longo, Dafnis y Cloe. Madrid, 2002, Editorial Gredos, S.A., Colección Biblioteca Básica Gredos, páginas 5 y 6.
     Seleccionado por Andrea Sánchez Clemente. Primero de Bachillerato. Curso 2016/2017

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