Amor, si yo logro soltarme de tus garras,
apenas creer puedo
que de otro garfio nunca más caiga fuera.
Entré, siendo muy joven, en tus lides
que dulce y suma paz me parecían,
y pronto todas mis armas depuse,
como hace quien se cree estar seguro;
tú, rapaz, áspero y desleal tirano,
pronto me acometiste
con tus ingenios y tus crudas uñas,
para darme, ceñida en tus cadenas,
al que nació para la muerte mía,
toda llorosa y llena de congoja,
y así, él en su poder me tiene,
y tan dura señor se me muestra,
que jamás le han movido
suspiros, o este llanto me aja.
Todas mis súplicas las lleva el aire;
nadie me escucha, ni oírlas se apresta,
y crece mi tormento de hora en hora,
por lo que sin morir, vivo sin ganas.
Duélgate, Señor, pues, de mi infortunio,
y haz lo que no podría:
dámelo atado en tus lazos estrechos.
Sí esto hacer no quieres, desata
aquellos que aún a la esperanza me unen.
Hazlo, Señor así; si tal hicieres,
yo confío que, alejada mi pena,
bella cual fui, ceñir pueda corona
hecha de blancas y encarnadas flores.
Giovanni Boccaccio, Decamerón, Barcelona, ed. Planeta, 1982, página 375-376.
Seleccionado por Alain Presentación Muñoz. Segundo de Bachillerato. Curso de 2014-2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario