lunes, 15 de diciembre de 2014

Decamerón, Giovanni Boccaccio

Amor, si yo logro soltarme de tus garras,
apenas creer puedo
que de otro garfio nunca más caiga fuera.
Entré, siendo muy joven, en tus lides
que dulce y suma paz me parecían,
y pronto todas mis armas depuse,
como hace quien se cree estar seguro;
tú, rapaz, áspero y desleal tirano,
pronto me acometiste
con tus ingenios y tus crudas uñas,
para darme, ceñida en tus cadenas,
al que nació para la muerte mía,
toda llorosa y llena de congoja,
y así, él en su poder me tiene,
y tan dura señor se me muestra,
que jamás le han movido
suspiros, o este llanto me aja.
Todas mis súplicas las lleva el aire;
nadie me escucha, ni oírlas se apresta,
y crece mi tormento de hora en hora,
por lo que sin morir, vivo sin ganas.
Duélgate, Señor, pues, de mi infortunio,
y haz lo que no podría:
dámelo atado en tus lazos estrechos.
Sí esto hacer no quieres, desata
aquellos que aún a la esperanza me unen.
Hazlo, Señor así; si tal hicieres, 
yo confío que, alejada mi pena, 
bella cual fui, ceñir pueda corona
hecha de blancas y encarnadas flores.

Giovanni Boccaccio, Decamerón, Barcelona, ed. Planeta, 1982, página 375-376.
Seleccionado por Alain Presentación Muñoz. Segundo de Bachillerato. Curso de 2014-2015.

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