CAPÍTULO 1
La ruta del peregrino
-La celebración de navidad sin bonitos regalos o va a parecer Navidad -murmuró Jo, tumbaba sobre la alfrombra.
-¡Qué desgracia tan grande es ser pobre! -exclamó Meg mientras se miraba el viejo vestido que la cubría.
-Creo que no es justo que haya chica que naden en la abundancia mientras otras carecen de todo -agregó Amy, la menor, con un mamá, y con un ademán de protesta. -Tenemos a papá y a mamá, y también a nosotras mismas -repuso Beth en tono jovial desde la esquina en que se hallaba.
Con tan optimistas palabras, se animaron los cuatro rostros juveniles, iluminados por los reflejos de la lumbre; pero volvieron a ensombrecerse cunado Jo se lamentó tristemente:
-Pero a papá no lo tenemos ni lo tendremos con nosotras en mucho tiempo. No se atrevió a decir tal vez nunca más, pero cada una lo pensó para sí, imaginando a su padre tan lejos, en los campos de batalla. Tras un minuto de angustioso silencio, Meg, cambienado de tono, reaccionó:
-Ya sabéis que mamá nos expuso que la falta de regalos para esta navidad se debía a la previsión de que todo vamos a pasar un invierno muy malo; mamá piensa que no debemos malgastar en caprichos personales mientras nuestros hombres sufren tanto en plena guerra. No es mucho lo que opdemos aportar; pero podemos ofrecer generosamente nuestros pequeños sacrificios. Aunque tengo miedo de no saber hacerlo -y Meg acompañó las últimas palabras con un gesto de contrariedad por la renuncia de los valiosos obsequios que tanto anhelaba.
Louisa May Alcott, Mujercitas, La Coruña, Everest, 2013, página 15-16. Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.
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