lunes, 15 de diciembre de 2014

Jules Verne, Viaje al centro de la tierra


Altona, verdadero arrabal de Hamburgo, es cabecera de línea de ferrocarril de Kiel, que debía conducirnos hasta las orillas de los Belt. En menos de veinte minutos habíamos entrado en el territorio del Holstein.
A las seis y media el coche se detuvo ante la estación. Rápidamente se descargó, transportó, pesó, etiquetó y trasladó al furgón del tren los numerosos paquetes y artículos de viaje de mi tío. Y a las siete estábamos ya sentados uno frente al otro comportamiento. 
Silbó el vapor, y la locomotora se puso en movimiento. Estábamos ya en ruta.
¿Iba yo resignado? Aún no. Pero el aire fresco de la mañana y los detalles del paisaje, rápidamente renovados por la velocidad, me distrajeron de mis preocupaciones.
En cuanto al profesor, era evidente que su pensamiento se anticipaba al movimiento del tren, demasiado lento para su impaciencia.

Jules Verne, Viaje al centro de la tierra, Madrid, Editorial Alianza, 1998, pág 71. Seleccionado por Pablo Galindo Cano, Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.

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