Pándaro y Bicias, hijos del troyano alcánor, a los cuales la silvestre Iera parió en el bosque del gran Jove, jóvenes de monstruosa altura, iguales a los montes y abetos de sus tierras, en sus armas y fuerzas confiados, abre la puerta que ambos, por mandato del capitán guardaban, y convidan con libre entrada al enemigo ejército. Ellos, cual senda de torres, arrimados unos a la diestra y otros a la siniestra, guardando están la puerta por de dentro, de hierro y armas bien apercibidos, gallardos con lucidas y altas plumas, tan altos como dos encinas altas de las que, en las riberas del Liquecio o en las del Pado o junto al ameno Átesis, suben al cielo sus ramosas copas y las cumbres altísimas menean.
Virgilio, La Eneida. Barcelona, 1995, Ed. Planeta. Página 333.
Seleccionado por Gustavo Velasco Yavita. Primero de bachillerato, curso 2016-2017
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