Capítulo XV
La muchedumbre esperaba a lo largo de la fachada, encajonada simétricamente entre balaustradas. En las esquinas de las calles vecinas, anuncios gigantescos repetían en caracteres barrocos: <
Temerosa de parecer ridícula, Emma quiso, antes de entrar, dar un paseo por el puerto, y Bovary, prudentemente, guardó los billetes en la mano dentro del bolsillo del pantalón, que apoyaba contra su vientre.
Ya en el vestíbulo, Emma sintió latir fuertemente su corazón. Sonrió con involuntaria vanidad, al ver a la muchedumbre precipitarse hacia la derecha por el otro corredor, mientras ella subía la escalina de las primeras. Gozó como una criatura empujando con el dedo las anchas puertas tapizadas; aspiró a pleno pulmón el olor polvoriento de los pasillos, y, una vez sentada en su palco, combó el talle con una desenvoltura de duquesa.
Flaubert, Madame Bovary. Madrid. Clásicos de la literatura, Edicion: 2007. Pag 195.
Seleccionado por Javier Arjona Piñol. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.
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