Capítulo IX
Aquella noche, a las nueve y media, mandaron a la cama a Tom y a Sid como de costumbre. Rezaron las oraciones y SId se durmió en seguida. Tom se quedó despierto, esperando, inquieto e impaciente. ¡Cuando ya creía que estaría amaneciendo oyó que el reloj daba solamente las diez! ¡Qué desesperación! Se hubiera puesto a dar vueltas, agitado, como le exigían los nervios, pero temía despertar a Sid. Así que se quedó quieto, con la mirada clavada en la oscuridad. Todo estaba lúgubremente silencioso. Poco a poco, en medio del silencio, empezaron a distinguirse algunos ruiditos apenas perceptibles. El tic-tac del reloj comenzó a hacerse notar. Las viejas vigas empezaron a crujir misteriosas. Las escaleras chirriaban débilmente. Por lo visto, los espíritus andaban cerca. Un ronquido rítmico y amortiguado salía del cuarto de la tía Polly. Y entonces empezó a oírse el fastidioso chirrido de un grillo que resultaba humanamente imposible de localizar. Luego el espeluznante tic-tac de un escarabajo de la muerte en la pared, cerca de la cabecera de la cama hizo estremecerse a Tom... Significaba que alguien tenía ya sus días contado.
Aquella noche, a las nueve y media, mandaron a la cama a Tom y a Sid como de costumbre. Rezaron las oraciones y SId se durmió en seguida. Tom se quedó despierto, esperando, inquieto e impaciente. ¡Cuando ya creía que estaría amaneciendo oyó que el reloj daba solamente las diez! ¡Qué desesperación! Se hubiera puesto a dar vueltas, agitado, como le exigían los nervios, pero temía despertar a Sid. Así que se quedó quieto, con la mirada clavada en la oscuridad. Todo estaba lúgubremente silencioso. Poco a poco, en medio del silencio, empezaron a distinguirse algunos ruiditos apenas perceptibles. El tic-tac del reloj comenzó a hacerse notar. Las viejas vigas empezaron a crujir misteriosas. Las escaleras chirriaban débilmente. Por lo visto, los espíritus andaban cerca. Un ronquido rítmico y amortiguado salía del cuarto de la tía Polly. Y entonces empezó a oírse el fastidioso chirrido de un grillo que resultaba humanamente imposible de localizar. Luego el espeluznante tic-tac de un escarabajo de la muerte en la pared, cerca de la cabecera de la cama hizo estremecerse a Tom... Significaba que alguien tenía ya sus días contado.
Mark Twain, Aventuras de Tom Sawyer. Bruguera, Barcelona. Laurin, primera edición, 1994. Página 78
Seleccionado por David Francisco Blanco. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.
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