jueves, 6 de abril de 2017

Las aventuras de Tom Sawyer, Mark Twain

Capítulo XVIII

       Sin embargo, no había hilaridad en la pequeña ciudad aquella tranquila tarde de sábado. Los Harpers y la familia de tía Polly se vestían de luto con gran pena y muchas lágrimas. Una tranquilidad desacostumbrada se había apoderado del pueblo, aunque ordinariamente ya era bastante sosegado. Los lugareños atendían a sus quehaceres con un aire ausente y hablaban poco, pero suspiraban a menudo. La vacación del sábado les parecía una carga a los niños. No se entendían con entusiasmo y poco a poco abandonaron los juegos.
       Por la tarde Becky Thatcher se encontró, sin darse cuenta, paseando por el patio desierto de la escuela, sintiéndose muy melancólica. Pero no halló nada allí que la reconfortase. Hablaba sola: "¡Oh, si tuviera por lo menos otra vez el boliche de latón; pero ahora no tenga nada que le recuerde!", y reprimió un pequeño sollozo. De pronto se paró y se dijo: "¡Fue justamente aquí! ¡Oh!, si lo tuviera que volver a hacer no diría que... no lo diría por nada del mundo. Pero ahora se ha ido; ya no lo veré nunca, nunca más."

       Mark Twain, Las Aventuras de Tom Sawyer. Barcelona, RBA. Historia de la literatura, primera edición, 1999. Página143.
       Seleccionado por Andrea Alejo Sánchez. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.
 

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