En el tiempo en que las suaves lluvias de abril, penetrando hasta las entrañas la sequedad de marzo, hacen brotar las flores con el riego de su vivificante licor; en el tiempo en que Céfiro, con su grato aliento, anima los renuevos de todo árbol y planta; en el tiempo en que el Sol ha recorrido en Aries la segunda mitad de su curso; en el tiempo, en fin, en que las aves cantan, y estimuladas por la Naturaleza, pasan toda la noche sin cerrar los ojos; en ese tiempo, digo, suelen las gentes ir en peregrinación a remotos y célebres santuarios de apartados países. Y es entonces cuando, desde los límites de todos los condados de Inglaterra, acuden muchos romeros a Canterbury, a fin de visitar el sepulcro del santo y bienaventurado mártir que en sus enfermedades les acorrió
Geoffrey Chaucer, Cuentos de Canterbury , editorial Planeta. Seleccionado por Beatriz Iglesias, segundo curso de bachillerato. Curso 2012-2013
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