A las siete y veinticinco, Phileas Fogg, que había ganado una veintena de guineas al whist, se despidió de sus honorables contertulios y abandonó el Reform-Club.
A las siete cincuenta, entraba en su casa.
Passepartout, que había estudiado concienzudamente su programa, quedó sorprendido al ver al señor Fogg, culpable de inexactitud, aparecer a hora tan insólita, pues el programa prescribía el regreso del inquilino de Savillerow a las doce en punto de la noche.
Phileas Fogg subió a su habitación y llamó a Passepartout.
Passepartout no respondió. No podía ser él el destinatario de la llamada. No era la hora.
-¡Passepartout! -repitió el señor Fogg, sin elevar la voz.
Passpartout se presentó.
-Es la segunda vez que le llamo. -dijo el señor Fogg.
-¡Pero si no es medianoche! -respondió Passepartout, reloj en mano.
Jules Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, Madrid, El libro de bolsillo, Editorial Alianza, 1997, páginas 151-152. Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.
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