lunes, 12 de enero de 2015

La vuelta al mundo en ochenta días, Jules Verne

17. Que trata de unas y otras cosas durante la travesía de Singapur a Hong-Kong

     Desde ese día, Passepartout y el policía se encontraron con frecuencia, pero ya Fix se mostró siempre más reservado y se abstuvo de tirarle de la lengua. Tan sólo una o dos veces entrevió a Phileas Fogg, quien permanecía a menudo en el gran salón del Rangoon, bien haciendo compañía a Aouda, bien jugando al whist, según su invariable costumbre.
     A Passeapartout había empezado a darle que pensar ese singular azar que ponía una vez más a Fix en su camino. Era muy extrañi, en efecto. Ese caballero tan amable y complaciente al que encuentra en Suez, que se embarca en el Mongolia, que desembarca en Bombay, donde dice que va a permanecer, al que halla de nuevo en el Rangoon en ruta hacia Hong-Kong, en una palabra, ese hombre que sigue paso a paso el itirenario de Phileas Fogg, daba que pensar. Era una serie de coincidencias más bien extrañas. ¿Qué pretendía Fix? Passepartout habría apostado sus babuchas, que conservaba como un bien precioso, a que Fix saldría de Hong-Kong al mismo tiempo que ellos y probablemente en el mismo barco.



Jules Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, Madrid, El libro de bolsillo, Editorial Alianza, 1997, página 49. Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.



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