lunes, 12 de enero de 2015

Chrètien de Troyes, La Historia de Perceval o Cuento del Grial

                  La doncella sitiada (vs. 1699-2974)
                  El novel caballero se separa de su huésped; le apremia mucho llegar a ver a su madre y encontrarla sana y viva. Se va por las florestas solitarias, que prefiere a las llanuras, como buen conocedor del bosque, y a fuerza de cabalgar llega hasta un castillo fuerte y bien plantado, fuera de cuyos muros no había nada más que mar, agua y tierra yerma. Se encamina apresurado hacia el castillo y llega frente a la puerta, para acceder a la cual tiene que cruzar un puente tan endeble que a duras penas cree que pueda sostenerle. Sube al puentecillo, y lo atraviesa sin que le sobrevenga obstáculo, vergüenza ni daño alguno. Al llegar junto a la puerta, la halla cerrada con llave. La golpea, no muy suavemente, y llama gritando no muy bajo. Golpeó tanto que al cabo apareció en las ventanas de la sala una doncella delgada y pálida, que dijo:
                  -¿Quién llama?
                  El miró hacia la doncella, la vio y dijo:
                  -Buena amiga, soy un caballero que os ruega que invitéis a pasar dentro y me deis posada por esta noche.
                  -Señor -dice ella-, os será concedido, pero me lo agradeceréis poco, a pesar de que os daremos tan buen albergue como podamos.
                   La doncella se retira, y él, que permanecía junto a la puerta, temiendo que le hicieran esperar demasiado, se pone a llamar de nuevo. Rápidamente llegaron cuatro servidores con hachas en las manos, y con una buena espada ceñida cada uno de ellos, que abrieron la puerta y le dijeron:
                   -Entrad.
                   Si los servidores vivieran en prosperidad, serían muy gentiles, pero habían pasado tanta miseria que su estado, entre ayunos y vigilias, era cosa digna de asombro; y si el muchacho había encontrado fuera una tierra desnuda y desierta, dentro encontró poca cosa, ya que por dondequiera que pasara tan sólo hallaba calles destrozadas y veía casas en ruinas, abandonadas de hombres y mujeres. Había en la villa dos monasterios, uno de monjas atemorizadas, otro de monjes indefensos, que en sus tiempos fueron abadías. No los encontró bellamente adornados ni con pinturas, sino que vio caídos y agrietados los muros y desmochadas las torres. Las casas permanecían abiertas tanto de día como de noche. En todo el castillo no hay horno que cueza ni molino que muela; allí no había vino ni pasteles ni cosa ninguna a la venta que se pudiera comprar con dinero. En tal miseria encontró al castillo, donde no había pan, ni pasta, ni vino, sidra ni cerveza. Los cuatro servidores le conducen a un palacio techado con pizarras, le apean y le desarman.

Chrètien de Troyes, La Historia de Perceval o Cuento del Grial, Capítulo 6, La doncella sitiada, Madrid, Editorial Magisterio Español, Colección Novelas y Cuentos, 1979, págs 55-56, Seleccionado por Rosa María Perianes Calle, Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.
           

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