BLANCHE: -¿Dónde está Stella?
(Inspecciona su ropa revuelta en el baúl.)
STANLEY: -Afuera, en el porche.
BLANCHE (se pone el vestido. Después de una rápida mirada al porche): -Voy a pedirle un
favor.
(Stella va hacia la escalera de caracol y se reclina contra el pasamanos.)
STANLEY (se quita la chaqueta y la tira sobre la cama): -¿Qué será, digo yo?
BLANCHE: -¡Que me abotone el vestido! (Descorriendo las cortinas.) ¡Puede entrar!
(Va a la sala. Stanley se le acerca. Está furioso.)
BLANCHE (retrocede un poco y lo enfrenta): -¿Qué tal estoy?
STANLEY: -Perfectamente.
BLANCHE: -¡Muchas gracias! ¡Ahora, los botones!
(Le vuelve la espalda.)
STANLEY (acercándose por detrás, hace una torpe tentativa de abotonarla): -No puedo hacer
nada con estos botones.
BLANCHE: -¡Oh, ustedes los hombres, con sus dedos grandes y torpes! (Lo mira.) ¿Me deja
probar su cigarro?
STANLEY (dándole el cigarro que tiene detrás de la oreja): -Tome... Aquí tiene éste para
usted.
BLANCHE (tomándolo): -¡Oh, gracias! Se diría que mi baúl ha reventado.
STANLEY (encendiéndole el cigarro): -Yo y Stella la ayudaremos a desempaquetar.
BLANCHE (acercándose al baúl, saca una piel): -Pues han hecho un trabajo rápido y
concienzudo.
STANLEY: -Parecería que usted hizo una incursión a varias de las tiendas más elegantes de
París.
(Se acerca a Blanche.)
BLANCHE (arreglando el vestido en el baúl): -Sí... ¡Los vestidos son mi pasión! STANLEY: -¿Cuánto cuesta una sarta de pieles como ésta?
BLANCHE: -¡Pero si son un homenaje de un admirador mío!...
(Se pone la piel.)
STANLEY: -Pues debe haberla admirado mucho.
BLANCHE (pavoneándose con la piel): -Cuando era muchacha, provoqué cierta admiración.
Pero míreme ahora. (Le sonríe, radiante.) ¿Le parece posible que, en otros tiempos, me hayan
considerado... atractiva?
STANLEY: -Su aspecto es agradable.
BLANCHE (ríe, y reintegra la piel al baúl): -Me estaba buscando una galantería, Stanley.
STANLEY: -A mí no me pescan con ésas.
BLANCHE: -Con ésas... ¿qué?
STANLEY (mientras Blanche alisa los vestidos del baúl): -Con los cumplidos a las mujeres por
su belleza. Nunca he conocido a una mujer que no supiera si era bonita o no sin que se lo
dijesen, y algunas se creen más bonitas de lo que son. En cierta ocasión, salí con una que me
dijo: «Tengo el tipo de la mujer fascinante.» (Imita a la muchacha, poniendo la mano con
aire remilgado sobre su nuca.) «¡Tengo el tipo de la mujer fascinante!» Yo le contesté: «¿Y
qué?»
BLANCHE (yendo hacia la mesa para tomar su joyero): -¿Y qué dijo ella?
STANLEY: -Nada. Eso la obligó a encerrarse en sí misma como una almeja.
BLANCHE (yendo hacia el baúl con el joyero): -¿Eso le puso término al romance?
STANLEY: -Le puso término a la conversación... Eso fue todo. (Blanche ríe y guarda el joyero
en el baúl.) Hay hombres a quienes se les puede embaucar con esa fábula de la fascinación a
lo Hollywood y otros a quienes no.
BLANCHE (junto al baúl. De frente a Stanley): -Estoy segura de que usted pertenece a la
segunda categoría.
STANLEY: -Así es.
BLANCHE: -No puedo imaginarme a ninguna mujer, por más bruja que sea, hechizándolo.
STANLEY: -Así... es.
BLANCHE: -Usted es sencillo, franco y honrado. Un poco primitivo, diría yo. Para interesarlo,
una mujer tendría que...
Tennessee Williams, Un tranvía llamado deseo, http://www.danielcinelli.com.ar/archivos/Obras/Segundo_nivel/Realismo_Norteamericano/Obras/Tennesse_Williams/Un_tranvia_llamado_deseo.pdf
Seleccionado por Clara Fuentes Gómez, Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario