viernes, 8 de abril de 2016

Las aventuras de Tom Sayer, Mark Twain




–¡Tom! 
Silencio.
–¡Tom!
Silencio.
–Pero ¿dónde se habrá metido este crío? ¡Tom!
La buena mujer se bajó las gafas y miró por encima de ellas recorriendo toda la estancia; después se las puso en la frente y miró por debajo. Pocas veces, o prácticamente ninguna, miraba a través de ellas para ver algo tan insignificante como un chiquillo; aquellas gafas eran todo un lujo, su mayor orgullo; eran más un adorno que un objeto útil, pues no habría visto mejor mirando a través de un par de tapaderas de cocina. 

Parecía perpleja y no enfurecida, pero sí lo bastante alto como para que la oyeran los muebles, dijo: 

–Muy bien, pues te aseguro que si te pongo la mano encima te…

No acabó la frase porque en aquel momento estaba agachada, hurgando debajo de la cama con una escoba, con lo que necesitaba todo el aliento para sus escobazos. No obstante, lo único que logró fue desenterrar al gato.

–¡En mi vida he visto un chico tan revoltoso!
Fue hasta la puerta y allí se detuvo recorriendo con la mirada las tomateras y los matorrales silvestres que constituían el jardín. 

Ni rastro de Tom. Así pues, alzó suficientemente la voz y gritó: 

–¡Tom! ¡Eh, Tom!
Oyó tras ellas un ligero ruido y se dio la vuelta al instante para atrapar al chiquillo por el borde de la chaqueta e impedirle que huyera.

–¡Te pillé! ¿Cómo no se me había ocurrido pensar en la despensa? ¿Qué estabas haciendo ahí dentro?

–Nada

–¿Nada? ¡Mírate las manos! ¡Mírate la boca! ¿Con qué te has ensuciado?

–Y yo qué sé, tía.

–Pues yo sí lo sé. Con mermelada, con eso te has pringado. Te he dicho cuarenta veces que si no dejas en paz la mermelada te haré trizas. ¡Acércame aquella vara!
La vara se agitó en el aire. El peligro era inminente.

–¡Oh! ¡Mire detrás de usted, tía!
La buena mujer giró en redondo, recogiéndose las faldas para esquivar el peligro; en ese mismo instante, el chiquillo escapó: se encaramó a la alta valla de madera y desapareció.
La tía Polly permaneció un instante sorprendida y después se echó a reír suavemente.



Mark Twain, Las Aventuras de Tom Sayer, www.biblioteca.org.ar
Seleccionado por Maria Alegre Trujillo , Segundo de bachillerato. Curso 2015-2016

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