- Eres un insolente, Sócrates -replicó Agatón-. Mas esta cuestión acerca de nuestra sabiduría la resolveremos tú y yo un poco más tarde, tomando como juez a Dioniso. Ahora atiende primero a la comida.
Después de esto -prosiguió su relato Aristodemo-, una vez que se acomodó Sócrates y acabaron de comer él y los demás, hicieron libaciones, y tras haber cantado en honor del dios y haber cumplido los demás ritos acostumbrados, se dedicaron a beber. Entonces Pausanias -dijo Aristodemo- comenzó a hablar más o menos así:
- Bien, señores, ¿de qué manera beberemos más a gusto? Yo, por mi parte, os digo que en realidad me encuentro muy mal por lo que bebí ayer y necesito un respiro (y creo que lo mismo os ocurre a la mayoría de vosotros, pues estabais también en la celebración). Mirad, por tanto, de qué manera podríamos beber lo más a gusto posible.
Entonces habló Aristófanes:
- Realmente tienes razón, Pausanias, cuando propones preparar, por todos los medios, una manera agradable de beber, ya que yo también soy de los que ayer se empaparon.
Al oírles -prosiguió Aristodemo- intervino Erixímaco, el hijo de Acúmeno:
- Sin duda decís bien, pero aún necesito oír de uno de vosotros con cuántas fuerzas se encuentra para beber Agatón.
- Con ningunas -respondió-; tampoco yo me encuentro con fuerzas.
Platón, El banquete. Madrid, Alianza. Clásicos de Grecia y Roma, octava edición, 2006. Páginas 52-54.
Seleccionado por Andrea Alejo Sánchez. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.
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