SEGUNDA PARTE
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Cuatro días más tarde, la madre y Sofía se presentaron ante Nicolás pobremente ataviadas con vestidos de indiana raída, bastón en mano y zurrón al hombro. Con aquel traje aparecía Sofía más baja, y su rostro adquiría expresión severa.
- ¡Parece que te has pasado la vida de monasterio en monasterio! - Le dijo Nicolás.
Al despedirse de su hermano le estrechó la mano con energía. Una vez más observó la madre aquella sencillez, aquella calma. Era gente que no prodigaba besos ni demostraciones afectuosas, y, sin embargo, eran sinceros entre sí, estaban llenos de solicitud para con los demás. Allí donde vivía Pelagia se besaba mucho la gente y se solía decir palabras de ternura, lo cual no impedía que se mordiesen como canes hambrientos.
Atravesaron la ciudad las viajeras, salieron al campo y tomaron la ancha carretera trillada, entre dos filas de abedules viejos.
- ¿No se cansará? - le preguntó la madre a Sofía.
- ¿Cree que no tengo costumbre de andar? Se equivoca..
Máximo Gorki, La madre. Madrid, Edaf. Biblioteca Edaf, primera edición, 1982. Página 223.
Seleccionado por Andrea Alejo Sánchez. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.
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