Segunda estrofa:
El primero de los tres espíritus
Cuando Scrooge despertó, había tal oscuridad que, al mirar desde la cama, apenas pudo distinguir la transparente ventana de los opacos muros de su dormitorio. Estaba esforzándose en traspasar las tinieblas con sus ojos de hurón cuando el repique de las campanas de una iglesia vecina dio los cuatro cuartos. Así que estuvo atento a que sonase la hora.
Para su mayor sorpresa, las campanadas graves pasaron de las seis a las siete, y de las siete a las ocho, y así, regularmente, hasta las doce; y entonces se detuvieron. ¡Las doce! Eran más de las doce cuando él se había ido a la cama. El reloj estaba equivocado. Algún carámbano de hielo debía de haber caído dentro de la maquinaria. ¡Las doce!
Tocó el resorte de su reloj de repetición, para poner en hora tan absurdo objeto. Sus rápidas y suaves pulsaciones dieron las doce; y luego se detuvo.
''¡Cómo! No es posible -se dijo Scrooge- que haya estado durmiendo un día entero hasta bien entrada la noche. ¡No es posible que algo le haya sucedido al sol y que ahora sean las doce del mediodía!''
Charles Dickens, Canción de Navidad, Madrid, ed. Alianza Editorial, col. Biblioteca juvenil, 2001, página 40. Seleccionado por Alain Presentación Muñoz. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.
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