En realidad, toda la culpa la habían tenido los gallegos el día que decidieron introducir nuevos modos de contrabando en las rías. El tabaco americano y búlgaro dejaba pocas ganancias y pensaron que un simple agiotaje, de más valor y menos calderilla, de menos paja y más grano, los enriquecería rápidamente. Sin pudor, habían puesto su infraestructura y sus tradiciones vías de contrabando al servicio de la droga, hachís y coca fundamentalmente. La seculares rutas del desembarco nocturno de los grandes bultos de cartones pasaron a ser vías de entrada para fardos más pequeños, pero mucho más valiosos. Desaparecieron las hebras marrones y en su lugar se derramaba sobre el agua, cuando el helicóptero de Aduanas aparecía con sus reflectores o cuando se oía el potente motor de las zodiacs de la Guardia Civil -nunca tan rápidas como las planeadoras que ellos utilizaban-,un polvo blanco y suave o una pasta verdosa de la que hasta la más golosas merluzas huían como de un anzuelo.
El miedo de Madrid a estos nuevos métodos, al peligro potencial que esta metamorfosis suponía, había disparado la alarma en toda la frontera occidental. Y así, nos habían sorprendido inermes aquella noche, trescientos quilómetros (sic.) más abajo de los prestigios, el camión lleno hasta reventar de cartones frente a las metralletas con una bala inquieta en la recámara, los focos encendidos como en un decorado y los perros ladrando con una furia nacida de la decepción de no oler los olores para cuya detección habían sido adiestrados.
Eugenio Fuentes Pulido, El nacimiento de cupido, Sevilla, Editorial Muñoz Moya y Montraveta, 1993, pág. 13 y 14. Seleccionado por: Nuria Muñoz Flores. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015
El miedo de Madrid a estos nuevos métodos, al peligro potencial que esta metamorfosis suponía, había disparado la alarma en toda la frontera occidental. Y así, nos habían sorprendido inermes aquella noche, trescientos quilómetros (sic.) más abajo de los prestigios, el camión lleno hasta reventar de cartones frente a las metralletas con una bala inquieta en la recámara, los focos encendidos como en un decorado y los perros ladrando con una furia nacida de la decepción de no oler los olores para cuya detección habían sido adiestrados.
Eugenio Fuentes Pulido, El nacimiento de cupido, Sevilla, Editorial Muñoz Moya y Montraveta, 1993, pág. 13 y 14. Seleccionado por: Nuria Muñoz Flores. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015
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