No creo que ninguno de los parroquianos que, durante el reino de... frecuentaban el pequeño café en el cul-de-sac Le Febre, en Ruán, esté dispuesto a negar que Pierre Bon-Bon era un restaurateur de notable capacidad. Me parece todavía más difícil negar que Pierre Bon-Bon era igualmente bien versado en la filosofía de su tiempo. Sus patés de foies eran intachables, pero, ¿qué pluma podría hacer justicia a sus ensayos sur la Nature, a sus pensamientos sur láme, a sus observaciones, sur l'esprit? Si sus omelettes, si sus fricandeaux eran inestimables, ¿qué literato de la época no hubiera dado el doble por una idée de Bon-Bon que por la despreciable suma de todas las idées de los savants? Bon-Bon había explorado bibliotecas que para otros hombres eran inexploradas; había leído más de lo que otros podían llegar a concebir como lectura; había comprendido más de lo que otros hubieran imaginado posible comprender; y si bien no faltaban en la época de su florecimiento algunos escritores de Ruán para quienes <
Edgar Allan Poe, David Cuentos II, Madrid, El libro de Bolsillo, Alianza Editorial, 1984, páginas 266 y 267. Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.
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