CCLXV
Áspero corazón y cruel anhelo
en dulce, humilde, angélica figura,
si el rigor emprendido dura tanto,
apenas hallarán de mí despojo;
que cuando nace o muere flor o hierba,
o bien es claro día o densa noche,
siempre lloro, y bien puedo de mi suerte,
de Amor, y mi señora así dolerme.
En la esperanza vivo, recordando
que vi cómo una gota con constancia
gastó las duras rocas y los mármoles.
No hay corazón tan duro que no llegue
a ser blando con ruego, amor y llanto,
ni tan frío querer que no se encienda.
Francisco Petrarca, Cancionero II, Madrid, Editorial: Cátedra, Colección: Tercera, página 787
Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015
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