lunes, 2 de marzo de 2015

Günter Grass, El tambor de hojalata

Escaparates


       Por espacio de algún tiempo o, más exactamente, hasta noviembre del treinta y ocho, con ayuda de mi tambor, acurrucado bajo las tribunas y con mayor o menor éxito, disolví manifestaciones, hice atascarse a más de un orador y convertí marchas militares y orfeones en valses y en foxtrots.
       Hoy, que todo esto pertenece ya a la Historia -aunque se siga machacando activamente, sin duda, pero en frío-, poseo, en mi calidad de paciente particular de un sanatorio, la perspectiva adecuada para apreciar debidamente mi tamboreo debajo de las tribunas. Nada más lejos de mis pensamientos que el presentarme ahora, por seis o siete manifestaciones dispersadas y tres o cuatro marchas o desfiles dislocados con mi tambor, cual un luchador de la resistencia. Y aun parece que la resistencia puede también interiorizarse, lo que trae a cuento la emigración interior. Sin hablar de tantos respetables e íntegros señores que durante la guerra, por haber descuidado en alguna ocasión el oscurecimiento de las ventanas de sus dormitorios, se vieron condenados a pagar una multa, con la correspondiente reprimenda de la defensa antiaérea, en gracia a lo cual se designan hoy a sí mismos como luchadores de la resistencia, hombres de la resistencia.



       Günter Grass, El tambor de hojalata, Madrid, punto de lectura. Premio nobel literatura 1999-1963, páginas 162 y 163.
       Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo, Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.

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