lunes, 2 de marzo de 2015

Pelo de zanahoria, Jules Renard

     LAS CIRUELAS


     Agitados durante un tiempo, se revuelven entre el plumón y el padrino dice:
     -¿Patito, estás durmiendo?
   PELO DE ZANAHORIA
     No, padrino.
PADRINO
     Yo tampoco. Tengo ganas de levantarme. Si quieres, vamos a buscar lombrices.
     -Es una buena idea- dice Pelo de Zanahoria.
     Saltan de la cama, se visten, encienden una linterna y van al jardín.
     Pelo de Zanahoria lleva la linterna y el padrino un bote de hojalata, medio lleno de tierra mojada. Ahí mantiene una provisión de lombrices para pescar. Las tiene cubiertas con musgo húmedo, de manera que no les falte nunca. Cuando ha estado lloviendo durante todo el día, la cosecha es abundante.
     -Ten cuidado de no pisarlas- le dice a Pelo de Zanahoria-, ve despacio. Si no temiera los catarros, me pondría zapatillas. Al más mínimo ruido, la lombriz se mete en su agujero. Sólo se la pilla si se aleja demasiado de su casa. Hay que agarrarla bruscamente y apretarla un poco, para que no se escurra. Si está medio dentro, suéltala: la romperías. Y una lombriz cortada no vale nada. Primero echa a perder a las demás  y los peces delicados las desprecian. Algunos pescadores ahorran en lombrices; se equivocan. Sólo se pescan buenos peces con lombrices enteras, vivas y que se retuerzan en el fondo del agua. El pez se cree que se escapan, corre y las come con toda confianza.
     - Se me escapan casi siempre- murmura Pelo de Zanahoria-, y tengo los dedos embadurnados con su sucia baba.


     Jules Renard, pelo de zanahoria, Madrid, Ediciones AKAL, S.A., páginas 151, 152, 2002. Seleccionado por Andrea González García. Segundo de bachillerato, curso 2014-2015.





     

No hay comentarios:

Publicar un comentario