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Stapi es una aldea formada por una treintena de chozas levantadas sobre un terreno de lava bajo los rayos del sol reflejados por el volcán. Se extiende al fondo de un pequeño fiord encajado en una muralla basáltica que produce el más extraño efecto.
Sabio es que el basalto es una roca oscura de origen ígneo, que toma formas regulares que sorprenden por su disposición. En él la naturaleza ha procedido geométricamente y trabajado al modo del hombre, como si hubiera manejado la escuadra, el compás y la plomada. A diferencia de sus otras formaciones, en las que la naturaleza hace arte con sus grandes masas lanzadas sin orden, con sus conos apenas esbozados, con sus pirámides imperfectas y con la extraña sucesión de sus líneas, en el basalto, queriendo dar ejemplo de la regularidad, ha precedido a los arquitectos de las primeras edades creando un orden severo que ni los esplendores de Babilonia ni las maravillas de Grecia han podido superar.
Había oído hablar de las famosas Calzada de los Gisantes, en Irlanda, y de la Gruta de FIngal, en una de las Hébridas, pero nunca había tenido ocasión de contemplar el espectáculo de una estructuración basáltica.
Jueles Verne, Viaje al centro de la Tierra, Madrid, Alianza, 1985, página 114-115. Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.
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