lunes, 23 de marzo de 2015

M.R. James, Cuentos de fantasmas

     -Conozco más o menos toda esa comarca -dijo-.Solía ir a Seaburgh con mucha frecuencia cpara jugar al golf en primavera. Desde que él murió ya no me interesó ir más. Y no sé si debería interesarme, después de lo que nos pasó en nuestra última visita.
     Fue en abril de 19...; estamos allí, y por alguna razón éramos los únicos huéspedes de hotel. Los salones comunes estaban, pues, desiertos, así que mucho nos asombró que, después de la cena, se abriera la puerta de nuestra sala y un joven introdujera la cabeza. Examinamos al joven. Era un sujeto anémico con aspecto de conejo -cabello claro y ojos claros- pero no desagradable. De modo que cuando dije: << Disculpen. ¿Ésta es una sala privada?>>, no respondimos con un gruñido afirmativo, sino que Long (o yo, no tiene importancia) le contestó:
     -Adelante, por favor.
     -¿De veras? -dijo él, y parecía aliviado.
     Por supuesto, era obvio que necesitaba compañía; y como era una persona razonable -y no esa especie de individuo capaz de prodigarle a uno toda su crónica familiar- lo invitamos a sentirse como si estuviese en su casa.


M.R.James, Cuentos de fantasmas, Madrid, Editorial: Ediciones Siruela, 1988, página 101
Seleccionado por Alejandro López Sánchez, Segundo de Bachillerato. Curso 2014/2015

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