Así pues, el hijo del elefante cruzó África para volver a casa, retozando con su trompa y moviéndola velozmente. Cuando quería comer fruta la cogía de un árbol tirando de ella, en lugar de esperar a que cayera como solía hacer antes. Cuando quería hierba la arrancaba del suelo y la levantaba sin tener que ponerse de rodillas como antes solía hacer Cuando lo picaban los mosquitos, arrancaba la rama de un árbol y la utilizaba como de matamoscas; y siempre que el sol estaba ardiente, se hacía una nueva, refrescante y goteante gorra de barro. Cuando al caminar por África se sentía solo, se cantaba con la trompa haciendo más alboroto que varias bandas de cornetas juntas. Se apartó intencionadamente de su camino para buscar a una gorda hipopótoma (ésta no era pariente suyo) y darle una buena zurra, a fin de asegurarse de que era verdad lo que sobre su nueva trompa le había dicho la serpiente pitón roquera de dos colores. El resto del tiempo lo dedicó a recoger las cortezas de melón que había tirado cuando iba hacia el Limpopo... pues era un paquidermo aseado.
Rudyard Kipling, Los cuentos de así fue, Ediciones Akal, páginas 104-105
Seleccionado por Lucía Pintor del Mazo. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario