lunes, 13 de abril de 2015

Los novios, Manzoni


CAPÍTULO XVII


Si basta frecuentemente un solo deseo para privar a un hombre de su tranquilidad, ¿qué sucederá cuando una persona anhela dos cosas que están en contradicción? El pobre Renzo hacía muchas horas que tenía dos deseos contradictorios en el cuerpo, a saber, el de echar a correr y el de permanecer escondido; y las malhadadas noticias del mercader los había avivado de repente hasta un grado extraordinario. Según ellos, su aventura había metido ruido y suscitado el empeño de echarle la mano. ¿Y quién era capaz de saber cuántos esbirros andarían ya dándole caza, cuántas órdenes se habían circulado para que hubiese la mayor vigilancia en las calles, caminos y posadas? Por otra parte, reflexionaba que los esbirros que le conocían eran únicamente dos, y que él no llevaba el nombre escrito en la frente; pero le venían a la memoria de cien historias diferentes que había oído contar de fugitivos que fueron descubiertos por casualidades muy raras, ya por el modo de andar, ya por cierto continente sospechoso, ya, en fin, por otras mil cosas impensadas.






Manzoni, Los novios, Barcelona, ed. Planeta, páginas 257 y 258.
Seleccionado por Laura Tomé Pantrigo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

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