Capitulo XI
Syme apuró otro vaso de vino y se puso a estudiar el método. Tenía una facilidad anormal para los acertijos y los juegos de manos, y no tardó mucho en aprender a formular mensajes elementales con lo que no parecía ser más que un jugueteo ocioso sobre la mesa o la rodilla. Pero el vino y la compañía siempre le dejaban en un estado de ánimo juguetón y travieso, y pronto el Profesor tuvo que hacer esfuerzos para dominar la energía que el cerebro ardiente de Syme comunicaba al nuevo lenguaje.
—Conviene —dijo Syme afectando mucha seriedad—, conviene que establezcamos algunos signos para palabras enteras, palabras que se nos puedan ofrecer con frecuencia finos matices de significación. Por ejemplo, mi palabra favorita es "coetáneo". ¿Cuál es la de usted?
—Déjese usted de burlas —imploró el Profesor—; no se da usted cuenta de lo serio que es esto.
—También hace falta la palabra "lusch" —continuó Syme con aire sagaz—. Sí, necesitamos la palabra "lusch" que quiere decir "jugoso, lozano, fácil de arar", y que, como usted sabe, se aplica al pasto.
—¿Pero se está usted figurando que vamos a hablar de pastos al Dr. Bull? * —gritó el otro furioso.
—Mire usted: hay muchas maneras de abordar la cuestión —dijo Syme, reflexionando—. Y muchas maneras de introducir una palabra sin que parezca forzada. Por ejemplo: "Dr. Bull, usted, como buen revolucionario, recordará que hubo un tirano que nos aconsejó comer pasto. Y en verdad, muchos de nosotros, al contemplar los lozanos pastos primaverales..."
—¿Pero se da usted cuenta de que esto es tragedia y no saínete? —le interrumpió el otro.
—Sí, señor. Y en una tragedia hay que ser cómico. De otro modo ¿qué diablos va uno a hacer? Me gustaría que este lenguaje convencional ganara un poco de amplitud. ¿No podríamos extenderlo de los dedos de las manos a los de los pies? Esto implicaría el tener
que quitarse durante la conversación las botas y los calcetines: lo cual, hecho con disimulo...
—¡Syme! —exclamó su amigo con enérgica sencillez—. ¡A la cama!
Pero Syme, sentado en la cama, se estuvo ensayando un rato en el nuevo código. Cuando despertó, al siguiente día, todavía el Oriente estaba sumergido en la sombra. Junto a su cama, como un duende, le esperaba ya su aliado, el de las canosas barbas.
Syme se incorporó parpadeando, recobró poco a poco la conciencia de su situación, y arrojando al fin los cobertores saltó de la cama. Y le pareció, por singular caso, que con la ropa de la cama había apartado de sí toda la alegre seguridad, toda la sociabilidad de la noche anterior, y que se quedaba como en mitad del aire, frío y desamparado, expuesto al peligro. Con todo, su fe, su lealtad para con el compañero no habían disminuido un punto; pero era como una confianza entre dos hermanos de patíbulo.
G.k.Chesterton, El hombre que fue jueves, /://www13.shu.edu/catholic-mission/upload/El-Hombre-Que-Fue-Jueves.pdf
Seleccionado por María Alegre Trujillo ,Segundo de Bachilerato .Curso 2015-2016
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