ARCHIBALDO.- Sí. Pero ¿por qué tu tía te llama aquí tío suyo? “Recuerdo
de la pequeña Cecilia, con todo su cariño, a su querido tío
Juan.” Comprendo que no hay nada que impida a una tía ser pequeña;
pero que una tía, sea del tamaño que sea, llame tío a su propio sobrino,
es cosa para mí ininteligible. Además, tú no te llamas Juan, sino Ernesto.
GRESFORD.- No, señor; yo no me llamo Ernesto; me llamo Juan.
ARCHIBALDO.- Tú siempre me has dicho que te llamabas Ernesto.
Yo te he presentado a todo el mundo como Ernesto. Tú respondes al
nombre de Ernesto. Es completamente absurdo que niegues llamarte
Ernesto. En tus tarjetas está. (Sacando una de su cartera.) “ERNESTO
GRESFORD, Albany, 4”. La conservaré como prueba de que tu nombre
es Ernesto, si alguna vez tratas de negármelo, a mí, o a Susana, o a
quien sea. (Se guarda la tarjeta en el bolsillo.)
GRESFORD. - Bueno, sea; me llamo Ernesto en Londres y Juan en el
campo; y esa pitillera me la regalaron en el campo. ¿Estás ya satisfecho?
ARCHIBALDO.- Sí; pero eso no explica lo más mínimo que tu pequeña
Cecilia, que vive en Tunbridge Wells, te llame querido tío.
Créeme: harías mejor en desembucharlo todo de una vez.
GRESFORD. - ¡Querido, estás hablando como un sacamuelas, cosa
vulgarísima cuando no se es un sacamuelas! Te aseguro que causa
mala impresión.
ARCHIBALDO. - Como la causan siempre los sacamuelas. Pero, te lo
repito: harías bien en confesarme la verdad. Te advierto que hace ya
tiempo que abrigaba la sospecha de que eras un consumado bunburysta
en secreto; y ahora no me cabe la menor duda.
GRESFORD. - ¿Un bunburysta? ¿Qué demonios quieres decir con eso
de bunburysta?
ARCHIBALDO.- Te revelaré el sentido de esa incomparable expresión,
en cuanto tengas la bondad de explicarme por qué te llamas Ernesto
en Londres y Juan en el campo.
GRESFORD. - Bueno; pero dame antes la pitillera.
ARCHIBALDO. - Aquí la tienes. (Entregándosela.) Ahora, venga la
explicación, y procura que no sea inverosímil. (Se sienta en el sofá.)
GRESFORD.- Hijo mío, mi explicación no tiene nada de inverosímil.
No puede ser más sencilla. El difunto míster Thomas Morris me adoptó
cuando yo era un niño, y me nombró en su testamento tutor de su nieta
Cecilia. Ésta, que por motivos de respeto que tú eres incapaz de comprender,
me llama tío vive en el campo, con su admirable institutriz
miss Prism.
ARCHIBALDO.- ¿Sí?... ¿Y en qué sitio viven, puede saberse?
GRESFORD.- Te advierto que no pienso incita a que nos hagas una
visita... Lo que sí puedo decir con toda franqueza es que no viven por
Shropshire
Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto, http://www.moreliain.com/secciones/CULTYTRAD/libros/Oscar%20Wilde%20-%20La%20Importancia%20de%20llamarse%20Ernesto.pdf. Seleccionado por Julia Mateos Gutiérrez, segundo de bachillerato. Curso 2015-2016.
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